El Mundial de Inglaterra 1966

La selección inglesa iba a ganar la Copa de 1966 con manifiesta Condescendencia arbitral y un episodio oscuro en los cuartos de final, que sugirió a muchos el designio de eliminar de modo espurio a Argentina y Uruguay.

Inglaterra, a la que se deben la mayor ía de los deportes modernos, y el fütbol en particular, renunció como organizador del torneo a su proverbial juego limpio, tal vez hastiada de perder. Hubo en Londres grandes selecciones y excelentes parti dos; pero se alcanzaba el apogeo de los sistemas defensivos y los goles eran administrados corrientemente con mucha economía. Goles y partidos fueron los mismos que en Chile, 89 y 32. Aumentaron, en cambio, las cifras de publico, 1.475.043 personas para todo el Campeonato; medio millon más que en 1962.

Apoyada por la televisión, que llevada la retransmisión a media humanidad -aunque aún en diferido para muchos receptores extra-europeos- la publicidad creció con fuerza en el 8o. Mundial. La mascota del torneo-que apareció por primera vez, para permanecer se convirtió en mercancía de consumo masivo; y, semanas antes de la inauguración, un perro resultó personaje central de las crónicas preliminares, al hallar dentro de un recipiente de basura la Copa Rimet, que presuntamente alguien había robado.

En Wembley, con presencia de la familia real, ingleses y uruguayos dieron comienzo el 11 de julio al certamen. Los organizadores se fiaban de Alf Ramsey, director técnico de la selección local, quien repetía que el título iba a ser para Inglaterra. Asi, se eligió para empezar a Uruguay, un país que aportaba su al to linaje mundialista al tono exacto del ceremonial, aunque sin opción a estropearle la fiesta al anfitrión.

Uruguay realizó una cober tura sin brechas y sacó un empate a cero gol; entonces, crecieron las apuestas a su favor en las ventanillas de los book-makers. El fútbol uruguayo estaba en un buen momento. En 1966, Peñarol lograba sobre el Real Madrid su segunda Copa Intercontinental; había ganado Ia Libertadores en final memorable con River Plate, al que derrotó 4-2 tras ir en desventaja de dos tantos.

La selección uruguaya, con dirección de Ondino Viera, Ilegaba a Londres después de eliminar a Perú y Venezuela en su serie zonal Frente a Francia, en su segundo compromiso del grupo 1, recibió casi al comienzo un gol; pero ya consegu ia antes del descanso el definitivo 2-1 a su favor, con tantos de Rocha y Cortés. El técnico, Viera, quiso asegurar la clasificación en el tercer partido, ya punto es tuvo de perderla. Planteó un esquema rígidamente conservador y solo la estupenda gestión de Ladislao Mazurkiewicz, uno de los mejores arqueros del Mundi al, impidió que México se adjudicara el partido. 00 y, con cuatro puntos, Uruguay quedaba segundo, a uno de los ingleses.

Otro gran guardameta, Antonio Carbajal, cumplía en Londres su quinta y última intervención en los Mundiales. Carbajal sabía que no iba a estar cuatro años después con la selección mexicana, en el campeonato previsto en su país. Sustituyó a Calderón ante los uruguayos_y fue ovacionado al abandonar el césped de Wembley. Alemania Federal y Argentina eran candidatas a ganar en el grupo 2, resuelto en Sheffield y Birmingham, e hicieron bueno el pronóstico. Igualaron su partido a cero, y Alemania, con 5-0 sobre Suiza y 2-1 ante los españoles, tuvo el mejor goal-average, quedándose con el primer puesto. Los argentinos derrotaron a España, 2-1, con dos tantos de Artime, y 2-0 a los suizos con goles de Artime y Onega.

Dos formidables rivales, Portugal y Hungría, tuvo el campeón del Mundo en el grupo 3, y ambos fueron demasiado para él. El equipo de Brasil partía como favorito del Mundial, aunque los apostadores no habían considerado sin duda su edad. Con su invariable apego sentimental a sus grandes cracks, el pueblo brasileño no aceptaba otra selección que la de los dos torneos preceden tes. Y el técnico, que era todavía Vicente Feola, no quiso discutir el deseo de la mayoria.

Brasil obtuvo un inexpresivo 2-0 sobre Bulgaria, que hizo un durisimo marcaje a Pelé, autor del primer gol; Garrincha anotó el segundo, pero era ya su propia sombra y nunca volvería a brillar.

Por fin, Hungría puso en evidencia la declinación de Brasil. Con juego verticalizado y de buena factura, conducidos por Albert, un sobresaliente mediocampista, los húngaros rompieron 3-1, en Goodison Park, la imbatibilidad que la selección brasileña conservaba en los mundiales desde la serie preliminar de 19558.

Contusionado por los bulgaros, Pelé faltó a la derrota ante Hungria; pero Feola lo devolvió a la alineación, al tiempo que efectuaba nueve cambios para jugarse la clasificación frente a Portugal. Sólo tres titulares, Gerson, Jairzinho y Tostao -además de Pelé, siempre por encima de reveses circunstanciales- iban a superar la decepción brasileña de 1966. Zagalo, Didí y Nilton Santos, ya retirados de la actividad, se ahorraban el mal trance; pero viejas glorias como Gilmar, Djalma Santos, Bellini y Garrincha, hubieron de cargar con el fracaso y terminaron oscuramente su trayectoria mundialista.

Portugal, vencedor de Hungría, 3-1, y de Bulgaria, 3-0, se impuso con claridad a Brasil, 3-1, y de inmediato la prensa internacional proclamó a Eusebio, autor de dos goles y dueño del partido, como el heredero del vencido Pelé.

Corea del Norte era en el grupo 4 la revelación del Mundial. Los inexperientes coreanos eran elásticos y veloces, pero nadie esperaba de eltos más que honradas derrotas. Cayeron, en efecto, 3-0 ante la URSS; aunque lograban a continuación el empate a un gol con Chile. Con el propósito de salir de regreso esa misma tarde para su pais, liquidaron la cuenta del hotel en que se alojaban antes de enfrentarse a ltalia en su último partido, en el que ni ellos mismos se concedían ninguna oportunidad.

Pero el 20 de julio, en Aysome Park, el volante Pak Do!k marcó cuando terminaba el primer tiempo y el resultado, 1-0, persistióhasta el final. Para los hinchas italianos, fue un vergonzoso deshonor, y dieron la espalda al fútbol nacional durante la temporada. En cuanto a los norcoreanos, hubieron de pasar la noche en las habitaciones de un convento ya que no quedaba sitio para ellos en los abarrotados hoteles de la ciudad.

Corea intentó otra sorpresa en Goodison Park, el 23 de julio, adelantándose sobre Portugal en encuentro de cuartos de final. Los portugueses tenian a los 24 minu tos tres goles en contra y la suerte aparen temente echada. Los coreanos, que desconocían las tácticas defensivas, siguieron al ataque y dieron así oportunidad a la reacción del contrario. Eusebio anotó dos veces en los veinte minutos que restaban y otras dos en el segundo tiempo. Con un último gol, de Coluna, Portugal ganó 5.3 y obtuvo plaza en las semifinales.

La URSS batió 2-1 a Hungría en un espectáculo violento. El equipo soviëtico fue el más penalizado por los árbi tros, con 66 sanciones, en ese torneo excedido de interrupciones del juego. Y Hungría, su oponente en cuartos de final, fue el segundo, con 48 infracciones en total. Los soviéticos eran más resis tentes y fuertes que los hungaros, y el más duro se llevó el triunfo.

En tanto, el escándalo explotaba simul táneamente en Wembley y Hillsborough, ,el 23 de julio. Si argentinos y uruguayos objetaron con antelación el indebido cruzamiento de jueces, la observación no trascendió. Lo cierto fue que un árbitro inglés, Finney, resuitó designado para el encuentro Uruguay-Alemania, y un alemán, Kreitlein para Argentina-Inglaterra.

Los hechos iban a terminar en suspensión de relaciones deportivas y en la desconfianza de toda América Latina hacia los dirigentes europeos de la FIFA. Ocho años después, el inglés Stanley Rous pagaria la cuenta pendiente con la presidencia de la Federación. El recuerdo de las irregularidades del Mundial de Londres y de la responsabilidad en ellas de Rous, entonces también presidente de la Comisión de Arbitros, iban a estar en cada voto latinoamericano a Joáo Havelange.

Uruguay, que mantenía a Mazurkiewicz, Troche, Ubiñas, Manicera y Caetano en la defensa, presentó una línea de cuatro volantes, Saiva, Cortés, Gonçalves y Rocha, y sólo dos delanteros netos, Silva y Domingo Pérez. Pero el equipo se lanzó al ataque desde el principio, en radical abandono del fütbol cauteloso de sus primeros partidos.

Held puso en ganancia a Alemania en un contragolpe, pero Uruguay conseguia el dominio del encuentro. Un potente tiro de Cortés dio contra un poste, cuando el arquero Tilkowski nada podia hacer, Y llevada por la televisión, iba a dar la vuelta al mundo la imagen del alemán Schnellinger desviando un remate de Silva con la mano asomada detrás de su cabeza, Fue ia primera advertencia de que mister Finney, que no sancionó el penal, no era imparcial.

Por fin, Troche, que no habia tenido fallos en el Campeonato, golpeó a Emmerich y fue ex pulsado. Paradójicamente, el mismo Troche iba más tarde a continuar su carrera en el fütbol alemán. Haller entendió que el juez estaba predipues to contra los uruguayos y se dejó caer al paso de Hector Silva, simulando una agresión. Uruguay quedó con nueve hombres y acabó con cuatro goles en contra un partido que en condiciones norrmales no debió perder.

No menos evidencias dejaba Kreitlein de su intencionado arbitraje del Argentina-inglaterra. Los ingleses -que habian sumado cinco puntos en el grupo 1, tras empatar con Uruguay y derrotara Francia y México, con iguai marcador, 2-0- prescindieron en los cuartos de final de Greaves, su astro, de apático rendimiento, suplantándolo por Hurst. Man tuvieron, en cambio, a Nobby Stiles, el jugador más violento del Mundial, de impune comportamiento agresivo frente a uruguayos y franceses.

Argentina tenía el antecedente de su victoria en la Copa de las Naciones de 1964 sobre Brasil, Inglaterra y Por tugal, y una selección de gran ca tegor ia. Frente a los ingleses se alinearon Roma (Bocal, Ferreiro Independiente), Perfumo (Racingi, Marzolini (Boca), A brecht (San Lorenzo), Rattin (Boca), González (Boca), Solari (River), Artime (River), Onega (River) y Más (River).

El ataque inglés era frenado por una muralla defensiva compacta y el partido se complicó rápidamente con intervenciones desleaes de los dos bandos. El árbitro amones taba sólo a los argentinos y Rattin protestó. Rattin, el capitán albiceleste, hasta hoy repite que nada dijo para merecer la expulsión. En todo caso, el alemán Kreitlein no entendia el castellano y no pudo razonablemente sentirse insultado. Pero le ordenda Rattin que se marchara.

El caos sucesivo fue totaf. Los argentinos amenazaron retirar su equipo y funcionarios de la FIFA entraron a la cancha para persuadir al enojado Rattin de que la abandonara con ellos. Reanudado el partido, Hurst derribó malamente a un rival; Argentina reclamó contra el infractor, pero Kreitiein no hizo caso. Fue el mismo Hurst quien marcó el único gol con que los ingleses ganaron el partido. Argentina aguantó el 0-0 hasta el minuto 78, y no aceptó el goil en contra, que habia sido convertido con legalidad dudosa.

Alf Ramsey, seleccionador inglés, iba a poner inmediatamente las cosas peor. Llamó animales a los argentinos, y la prensa de Buenos Aires replicó comparando a los organizadores del Mundial de Londres con Morgan, Drake y demás piratas del pasado imperial británico. Mientras, la FIFA convalidaba los dos partidos; su actitud fortaleció el recelo de los latinoamericanos, que se creyeron en presencia de un amplio frente europeo de complicidades.

Alemania Federal estaba dirigida por Helmut Schoen, que iba a llevarla ocho años después a ganar su segunda Copa. La RFA se impuso en semifinales 2-1 sobre la URSS, en una demos tración de buen juego de Franz Beckenbauer, que controló claramente su sector y marcó un got. En Wembley, el excelente fútbol de Portugal se debilita ba ante Inglaterra, que pasó a la final con dos tantos de Bobby Charlton contra umo de Eusebio.

El británico Charlton y el mozambiqueñio Eusebio fueron las figuras de ese Mundial. Bobby Charlton era sobreviviente del accidente aéreo de Munich, donde en 1957 murieron casi todos sus Compañeros del Manchester United. En 1966, a los treinta años de edad, alcanzaba la cumbre de su carrera y obtenía, además del titulo Mundial, el Balón de Oro como mejor jugador de Europa.

El rubio y zurdo Charlton era el cerebro de la selección inglesa; él se encargaba del fútbol, y Stiles, Hurst y otros, del trabajo sucio. Charlton jugaba con el 8, el 9 o el 10 a la espalda, aungue siempre de organizador, e incluso, de goleador. Era temible con su disparo de media distancia y marcó 49, tantos en el equipo nacional, entre 1958 y 1970, Fue campeón de Europa de clubes con Manchester United, en 1968; de la Liga inglesa en 1964-65 y 1966-67, y de Copa en 1963, logrando t198 goles hasta su retiro, en 1973.

Eusebio da Silva, la Pantera Negra, el mejor jugador del torneo de 1966 por votación de los periodistas, fue también allí el máximo anotador, con nueve goles; un logro de su calidad, sin duda, pero tambien de su resistencia física a los golpes, abundan tes en Londres. Eusebio era rápido y elástico; displicente a veces, iniciaba los ataques con súbitos cambios de ritmo con. los que arrastraba a los defensas. Nacido en 1941 en Mozambique, formó en un Benfica nutrido de estrellas por las colonias portuguesas, que se impuso en 1962 al Real Madrid en la final de la Copa de Europa; casi el mismo equipo que cuatro años después daba la base y la entera linea de ataque de la selección nacional.

Eusebio dominaba las dos piernas y era jugador carismático, de fuerte personalidad en los partidos. Ganó trece veces con el Benfica la Liga de Portugal y cinco la Copa; obtuvo el Balón de Oro en 1965 y su declive señaló la paralela desaparición de su club del escenario europeo, del que había sido protagonista todo un decento. Eusebio -que, como otros famosos veteranos, iba a tener una prorroga a su carrera en el fútbol norteamericano- remato su participación en el Mundial de 196ő con un gol a los soviéticos. 70.000 personas, asistencia muy considerable tratăndose de la disputa del tercer puesto, dieron prueba en Wembley de la fuerte atracción del equipo portugués, que alí venció 2-1 a la URSS.

El seleccionador Ramsey iba a entregar a los aficionados ingleses la victoria en el principal certamen internacional, un fruto del que desde las Olimpíadas de 1912 en la isla no se comía; y. por eso, la Reina lo hizo sir. La final Inglaterra – Alemania se jugó el 30 de julio y convocó 95.000 personas en Wembley, con 200.000 Iibras en boleterias, Allí, la supuesta connivencia anglogermana obviamente se rompió, aunque también en beneficio del local.

Haller puso en ventaja a la República Federal y ocho minuto después Hurst empataba de cabeza. El juego resultaba equilibrado, Y especialmente, duro; ambas selecciones eran de similar vigor físico y el impacto de los choques se escuchaba en las tribunas. Peters marcó en el minuto 78 el segundo tanto para Inglaterra, y los alemanes restablecieron la igualada por medio de Weber en el 88, forzando el alargue.

Entonces intervinieron el árbitro suizo Dienst y el línea soviético Bakramov. Entre ambos resolvieron que era válido un tanto de Hurst, el tercero de los ingleses. E! disparo había dado en el travesaño y caido sobre la línea de gol. La imagen detenida de la televisión iba a enseñar luego que no era posible la seguridad con que el juez de línea había respondido de modo afirmativo a la consulta de Dienst.

Y una vez más Hurst, que estaba llamado a marcar goles discutidos, convertía casi sobre el final. Estaban en la cancha algunos espectadores y los policías que intentaban sacarlos de allí, y reglamentariamente debía pararse el juego. Pero el suizo Dienst concedió el 4-2. Inglaterra ganaba el Campeonato.

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