El fútbol y la Primera Guerra Mundial 1914

El fútbol y la Primera Guerra Mundial 1914

El fútbol sobrevive a la primera guerra mundial y en abril de 1914 se conmemoró el cincuentenario de la fundación de la pionera Football Association británica.

El fenómeno futbolístico en si mismo, la realidad deportiva, no podía ser más optimista cuando el último sábado de aquel mes se celebraba con entusiasmo la efemérides: la pujanza del fútbol era incontestable, y su expansión incontenible. Alli donde penetraba -con la excepción momentánea del área asiática era rápida, tanto a nivel de práctica como en el aspecto puramente espectacular.

Sin embargo, las relaciones políticas entre las naciones europeas distaban mucho de presentar este optimista cariz.

Al contrario, la creciente potencia de la industria alemana amenazaba la hegemonía anglofrancesa en la economía mundial, El poderío industrial alemán se compenetró con la ambición expansionista del pangermanismo, mientras que Gran Bretaña y Francia éstaban dispuestas a conservar como fuera su influencia política y económica sobre gran parte
del planeta. Él resultado de esta rivalidad fue el estallido del conflicto bélico generalizado, que cubrió de sangre y horror el continente europeo entre 1914 y 1918.

Millones de hombres jóvenes fueron obligados a enfrentarse en una trágica competencia que nada tenía que ver con las pacíficas disputas generadas en un partido. La competición no tenía por escenario los verdes campos de fútbol, sino las angostas y oscuras trincheras tapizadas de barro y nieve.

La Primera Guerra Mundial supuso un freno a la mayoría de las competiciones futbolisticas en los paises contendientes, pero no redujo el creciente número de aficionados. En la foto-
grafia, tomada en El Havre en plena guerra, un centinela francés contempla un partido entre solados ingles.

El interés por el deporte en general y por el fútbol en particular originó el nacimiento de las primeras publicaciones especializadas en estos temas. En su edicion del 3 de mayo de 1912, la revista francesa Plein Air dedicó su portada a la disputa de la Copa inglesa.

La sana lucha por la posesión de un balón dejó paso a la lucha por la conquista brutal de una ciudad, una aldea o una simple colina que era imperativo arrebatar al enemigo a cualquier precio. Los campos de fútbol se quedaron vacíos, y lo mejor de la juventud europea tuvo que olvidarse del deporte para ser adiestrada en el manejo de las armas.

Alemania, Bélgica, Francia, Gran Bretaña, Italia y todos los países centroeuropeos suspendieron sus competiciones deportivas, pues se consideraba más perentorio que los jóvenes supieran cargar y disparar un fusil que introducir un balón en el fondo de la meta adversaria.

Aquellas absurdas prohibiciones medievales que pesaron sobre el protofútbol, «puesto que relajaba el espíritu militar de la juventud», renacían ahora, sólo que con unos perfiles tremendamente macabros.

A pesar de ello, el fútbol pervivió de un modo u otro, esencialmente como forma de distracción de los soldados que todavían conservaban un ánimo lúdico, en los lapsos en que la cruenta lucha cesaba para reponer fuerzas y cobrar aliento. En cierto sentido, el fútbol recuperaba aquel viejo espírtu de los legionarios romanos, que durante sus incursiones por el mundo, y en las pausas entre combate y escaramuza, se dedicaban a la práctica del viejo y ya olvidado harpastum.

Aunque dramáticamente, el fútbol moderno demostraba su capacidad de supervivencia y su arraigo en aquellos rectángulos improvisados junto a las trincheras o en la guarnición, en los que dos grandes pedruscos cumplían las funciones de los postes, un oficial actuaba como árbitro y unos cuantos equipos representativos de otros tantos batallones dirimían sus facultades en el pacifico juego para dejar de pensar en un imprevisible futuro que podía hacerse realidad en cualquier instante.

Casi no es necesario aclarar que en las naciones que no participaron en la conflagración, como España en el ámbito europeo en los países latinoamericanos, el fútbol mantuvo su pujanza, pues la vida, aunque pendiente de las noticias de los frentes de batalla, siguió su curso normal.

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